sábado, 22 de junio de 2013

Clase 12 - El Nuevo Cine Latinoamericano (3° Parte)

EL CINEMA NÔVO
Por David Oubiña
Revista La Nación – Cien años de Cine – 1995

Nace una reivindicación delo nacional, al margen del cine de estudio y de los condicionamientos industriales.

En 1953, la fugaz empresa Vera Cruz había producido O Cangaceiro (Lima Barreto), que aplicaba el modelo narrativo del western a una historia de bandidos en el sertâo. A pesar de que el film fue el primer suceso internacional del cine brasileño, a fines de ese mismo año Vera Cruz era declarada en quiebra.

Hacia mediados de la década del cincuenta, la cinematografía del Brasil se hallaba en un callejón sin salida: con la industria prácticamente en bancarrota, sin propuestas estéticas innovadoras y con un mercado cinematográfico dominado por la producción extranjera.

Frente a este panorama, algunos realizadores –Nelson Pereira dos Santos, Alex Viany, Humberto Mauro, Roberto Santos- desarrollaron una reivindicación nacionalista por medio de un cine al margen de los estudios y de los condicionamientos industriales: O canto de saudade (1953, Mauro), Agulha no palheiro (1955, Viany), Río 40 graus (1955, Pereira dos Santos). 



Esta propuesta -influida por el Neorrealismo- se consolidó en el clima de ruptura estética y de insurgencia político-cultural de los años sesenta, a partir de una generación procedente de las universidades y los cineclubs: Ruy Guerra, Glauber Rocha, Joaquim Pedro de Andrade, Carlos Diéguez, León Hirszman, Marcos Frías, Arnaldo Jabor y los documentalistas Gerardo Sarno, Vladimir de Carvalho, Maurice Capovilla.

Todos ellos comparten la voluntad de un cine independiente y la búsqueda de un modo de expresión auténtico que produjera un análisis crítico de la realidad social, política y cultural.

“Salir a la calle con una idea en la cabeza y una cámara en la mano”, decían los conjurados: había nacido el Cinema Nôvo.

Agrupados alrededor del Centro Popular de Cultura (donde la Unión Nacional de Estudiantes intentaba formular postulados artísticos que expresaran la realidad de los trabajadores), los realizadores desarrollaron una crítica de la miseria y la explotación en films como Arraial do cabo (1960, Paulo Saraceni) o Cinco vezes favela (1962, Hiszman, Diegues, De Andrade, Farías, Miguel Borges).




En Vidas secas (1963, Pereira dos Santos, sobre la novela de Garciliano Ramos), esa descripción crítica encuentra un estilo riguroso y despiadado, seco como el sertâo.




Algunos films presentaban un frente más abiertamente combativo: Os fuzis (1963, Guerra), donde el pueblo hambreado se alza contra un comerciante especulador; Ganga Zumba (1963, Carlos Diéguez), que recupera el tormento de los esclavos del siglo XVIII para mostrar una continuidad histórica en las condiciones de explotación; Barravento (1962, Rocha), donde un grupo de pescadores bahianos se rebela contra intermediarios y propietarios; Dios y el Diablo en la Tierra del Sol (1964, Rocha), que hace un uso provocador de la alegoría y los arquetipos como expresión del estado de alienación a que está sometido el pueblo. En ellos el cine es un llamado a la acción para transformar las viejas estructuras de dominio y explotación.






En cambio Os cafajestes (1962, Guerra), con su influencia de la Nouvelle Vague y su crítica a los jóvenes burgueses, es más bien una anticipación de las preocupaciones de la segunda mitad de la década: luego del golpe militar de 1964 y del surgimiento de la guerrilla urbana, la crisis de la izquierda la condujo a un proceso de autocrítica sobre sus propias contradicciones.




Disminuyeron los films sobre el sertâo  y crecieron los títulos sobre la clase media, los intelectuales y el compromiso: A falecida (1965, Hiszman), A grande cidade (1966, Diéguez), O desafío (1965, Saraceni), Tierra en Trance (1967, Rocha).




El creciente régimen de terror impuesto por la dictadura, la censura y las persecuciones obligaron a los realizadores a formulaciones más elípticas y simbólicas: Brasil ano 2000 (1969, Walter Lima Jr.), Os herdeiros (1969, ), Os deuses e os mortos (1970, Guerra) y Macunaíma (1970, De Andrade).



Al margen de los valores de cada film, el Cinema Novo había perdido ya su fuerza de choque. Dos hechos opuestos definen, sintomáticamente, el cierre de esta etapa: el exilio de Glauber Rocha y la creación de la Empresa Brasileña de Cinematografía (Embrafilme), organismo estatal, cuya política de producción y difusión resultará fundamental en la reconstrucción de la industria.



LA ESTÉTICA DEL HAMBRE / LA ESTÉTICA DEL SUEÑO

glaubercortadas

Las estéticas del cinema novo se engendraron dentro de una contexto específico, marcado por la afirmación de las cinematografías nacionales y por el agudo sentido crítico del cinéfilo, dedicado a la apropiación de lo que él asumía ser una vocación del medio y de la técnica por conectarse con la experiencia social, siempre que la imagen y el sonido se produjesen fuera del ámbito de la simulación industrial.

Glauber escribió este texto en enero de 1965 como tesis para presentarse en discusiones sobre el cinema novo durante una retrospectiva sobre el cine latinoamericano, hecho en la “Reseña del Cinema Latinoamericano” en Génova. Este texto aparece después del reconocimiento mundial de “Dios y el diablo en la tierra del sol” (1964) cuando el cinema novo se afianza internacionalmente con Glauber como principal porta voz e ideólogo.

El director habla de la posición de Brasil como colonia dependiente política y económicamente de grandes potencias extranjeras, volviéndose incompetente para actuar y pensar, a partir de sus propias acciones y necesidades. Reflexiona del hambre de América Latina no simplemente como reseña de que algunas cosas estaban mal sino como esencia de esta sociedad, como algo característico de este pueblo.

“La estética del hambre” se oponía a la estética fácilmente digerible del cine norteamericano que mostraba una realidad perfecta, y de una parte del cine nacional que lo imitaba.


La vocación revolucionaria del arte se afirma, para Glauber, dentro de esa confrontación geopolítica que implica conflictos étnicos, de clase y transnacionales. Sin embargo, si el arte es una práctica humana inserta en el campo simbólico, cualquier defensa de su dimensión política de enfrentamiento y riesgo no elimina otro imperativo: el que exige comprender que la verdadera fuerza de la intervención de lo poético en lo social proviene de su propia naturaleza como arte.

Como explicita en “La estética del sueño”(1971), el arte, por ser invención, es inmersión en lo imprevisto, experiencia instauradora, ruptura con el sentido común, los límites y las convenciones. Expresa la condición histórica (y cósmica) en su totalidad. Sin el control de la razón ni de la medida, instituye lo que no es, asume el momento mágico, entra en sintonía con lo que pertenece al sueño del oprimido, le da voz a las pulsiones inconscientes.


Fuentes:




BOLIVIA
Por: Silvia Acosta y Alberto Cassone.

En 1952 asume el gobierno del MNR, movimiento compuesto por militares y civiles con una fuerte acción, en los primeros años, en reivindicaciones populares. Por estos años, aparecen los primeros datos estadísticos, el 60% de la población del país no hablaba lengua española, es decir, mantenía su lengua originaria precolombina. Este dato, habla de la profunda resistencia del pueblo boliviano.

Resistencia a la colonización española y por consiguiente, defensa de sus propios valores culturales. Casi cuatrocientos cincuenta años llevaba ese proceso de resistencia, por aquel entonces. Pero no era la primera resistencia de su historia, también al imperio incaico se habían resistido, allí, el resultado fue más fructífero porque finalmente lograron integrarse, manteniendo sus raíces culturales.

Generar el respeto de la población a sus ámbitos naturales, a sus valores culturales, a sus derechos sociales, nunca ha sido tarea fácil. En estos últimos cincuenta años, el ataque y la destrucción de sus valores originarios a manos de todo el sistema capitalista, se profundizó, paradójicamente, producto del llamado “progreso” en las comunicaciones y la consiguiente “globalización”. Vale la pena destacar que esta realidad es común a todo Latinoamérica.

Gran parte del cine boliviano relata esta historia de luchas, de enfrentamientos entre las dos culturas. El choque de culturas a partir de la conquista española y la resistencia de las distintas razas originarias de la región boliviana, son un sello que el cine de ese país ha tenido orgullosamente como temática, en gran parte de su historia filmográfica.

Podemos decir que el cine boliviano, como pocos en Latinoamérica, ha sido consecuente con su historia. Desde su cine mudo que reflejó dramas indigenistas como “Corazón Aymará” o “La profecía del lago” donde la tragedia del amor se registró como la imposibilidad del cruce de un hombre y una mujer, pertenecientes, cada uno, a la otra cultura.
Estos episodios llevaron muchas veces, en la realidad, a cortas pero violentas sublevaciones. 



Los alzamientos produjeron en ocasiones asesinatos políticos, como el que reflejan los filmes “El fusilamiento de Jáuregui” y “La sombría tragedia del Kenko” sobre el asesinato del ex presidente Pando, otra característica de este pueblo boliviano, fuertemente cerrado y resistente en su cultura, por lo menos hasta mediados del siglo XX.




De la época sonora el filme “Vuelve Sebastiana” de Jorge Ruiz condensa gran parte de esta temática histórica. Una niña indígena que se deslumbra por los progresos de otra cultura y es rescatada por su abuelo que le recuerda su origen y la regresa con su pueblo. El abuelo muere pero ella ha retornado a sus raíces.




Quizá es la metáfora de Latinoamérica hasta aquí, que sólo pudo elegir entre morir entregando su cultura o morir resistiendo aislada.



El grupo boliviano de cine Ukamau, formado a mediados de los 60′, tuvo como integrantes fundadores a Antonio Eguino, Oscar Soria, Ricardo Rada y Jorge Sanjinés. Sus reflexiones (o incitaciones o exhortaciones) fueron plasmadas en dos de sus textos-manifiestos más importantes.

El otro artículo -”Llamado a la difusión”-  fue escrito a fines de 1976 para ser presentado en el V Encuentro de Cineastas Latinoamericanos realizado en Mérida (Venezuela) en 1977, cuando de la formación original del grupo sólo quedaba Sanjinés, y da cuenta del cambio en la coyuntura latinoamericana. Las palabras represión y exilio dominaban las conversaciones (Sanjinés ya había salido de Bolivia, pasado por Perú y se encontraba filmando y exhibiendo en Ecuador). Otra escritura se hace presente en este manifiesto pero el discurso sigue su curso original, no existe otra respuesta posible a la pregunta sobre lo que debe hacer un cineasta comprometido con el cambio social: “[...] acercarnos al pueblo, conocer su cultura y elaborar un lenguaje afín a sus necesidades, creando junto al pueblo -única manera de lograr un cine popular- el instrumento que al servirle de medio expresivo contribuya a elevar su conciencia”.

La difusión revistió una importancia fundamental para Ukamau. En ese sentido el “cine individualista” es atacado y señalado como el portador de los mensajes de un artista al servicio del orden y “contra el pueblo”.

No existe cine revolucionario sin cine popular, y el pueblo se expresa colectivamente. Por lo tanto, una tarea irrenunciable del cineasta revolucionario debe ser trabajar de manera colectiva sin dejarse encandilar por su voluntad de expresión desligada del mensaje de los otros.



En "Yawar Mallku - La sangre del cóndor",  se muestran las “misiones de paz” norteamericanas con sus prácticas de exterminio racial, esterilizando a las mujeres.


Debemos también recordar que para esta década muere en territorio boliviano el Che. Más allá que se comenta, aún hoy, su error táctico-estratégico, entre las causas por las cuales el Che eligió Bolivia para continuar su ideal revolucionario, seguramente tuvieron que ver con estas características que marcamos aquí sobre el pueblo boliviano: resistencia a la invasión cultural, sublevaciones sociales, ser consecuentes con sus raíces. Sobre este hecho hay muchos documentales, especialmente en la Argentina. Los documentos se incrementaron con la exhumación del cadáver del Che después de décadas de silencio. 


» Insurgentes, de Jorge Sanjinés




Insurgentes es un personalísimo documental del realizador boliviano Jorge Sanjinés, quien no solo lo dirigió, sino que escribió el guion, lo narró y lo editó. Luego de una vida entera dedicada a reflexionar –y revolucionar- su país desde el celuloide, en su más reciente cinta Sanjinés se propuso el descomunal objetivo de contar la historia de los olvidados.


El filme intenta vislumbrar el camino que transitó el imaginario boliviano hasta conformar su nacionalidad. La película no tiene un único protagonista, sino que retrata –de una manera muy humana- a varios personajes y hechos ignorados por la ‘historia oficial’ –que ya se sabe que tiene muchas versiones-.

El largometraje, aunque propuesta histórica, no tiene una estructural lineal, sino que hace constantes saltos en el tiempo –algo que quizás pudiera confundir a un espectador no versado en los acontecimientos abordados-.

El filme sale airoso de arriesgada –y costosa- reconstrucción de la época. Vestuarios, maquillajes, armas, escenografías… logran la veracidad necesaria para diferenciar las distintas clases sociales que confluían en Bolivia en un periodo comprendido entre 1781 hasta nuestros días.

A esto se suma una cuidada fotografía, que combina grandes movimientos de cámara -que permiten ver la impresionante del altiplano boliviano- con cámaras en mano -que nos hacen participes de grandes batallas, las sucedidas en la Guerra del Chaco o la Revolución de 1952-.

En cuanto a las actuaciones, Sanjinés apostó por la utilización de actores no profesionales, quienes lejos de provocar rechazo por su técnica interpretativa, le aportan autenticidad al relato. 

Finalmente el director -quien asume la Historia como un proceso en constante movimiento y cambio- propone un final abierto, que permite al espectador vislumbrar los logros alcanzados por la nación andina, pero también sus grandes retos.





Bibliografía recomendada:
Alfonso Gumuncio Dragón, “Historia del Cine Boliviano”
Carlos Mesa Gisbert, “La aventura del cine boliviano”
Jorge Sanjinés, La experiencia boliviana en “Teoría y práctica de un cine junto al pueblo”

Páginas web recomendadas:

www.solobolivia.com/cultura/cine
www.bolivian.com/cine
www.frombolivia.com
www.utopos.org/cine

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